Señor, ya no más hiel; quiero un momento
ser yo quien el atroz látigo empuñe.
Hastiado de lo injusto del tormento
el león que hay en mí protesta y gruñe.
Señor, ni sumisión ni mansedumbre
quiero; no soporto lo inicuo de mi yugo.
Soy rayo, río, volcán, soy muchedumbre,
no tolero cadenas ni verdugo.
Señor, ya no más hiel, que mi garganta
la inhumana ponzoña más no aguanta.
Mi corazón, congestionado, estalla...
Y una roja visión me va exaltando...
¡Si he de morir, Señor, que sea matando,
como muere el soldado en la batalla!
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